Por Daniel Alonso Viña

A fin de que podamos comprender mejor lo que está pasando con la criptomoneda Dogecoin, les voy a contar la historia del urinario que puso patas arriba el mundo del arte. La obra se llama La fontaine (La fuente) y se presentó anónimamente por primera vez a una exhibición de arte en Nueva York organizada por los llamados Los Independientes. Según las normas de la exhibición, cualquiera que pagase seis dólares podía exponer sus creaciones. Con esta decisión querían abrir la puerta a los artistas creadores y dejar que la gente juzgase por sí mismo lo que prefería. El propietario del urinario, que firmó sobre la superficie blanca de cerámica con el pseudónimo R. Mutt, pagó los seis dólares, pero su obra nunca se mostró al público. El escándalo posterior a este hecho ha pasado a la historia.

¿Por qué cuento esta historia? Pues porque Marcel Duchamp, su creador e ideólogo de múltiples revoluciones artísticas durante el siglo XX, formaba parte de Los Independientes desde hace años. Presentó su obra en secreto para comprobar hasta qué punto sus correligionarios se habían elevado jueces y directores del nuevo arte. El grupo se creó en 1888 en París a modo de protesta contra los rígidos estándares artísticos de la época, que sólo consideraban digno el arte que imitase el realismo del pasado, y rechazaban categóricamente todo intento de transgredir esas normas. Los independientes creían que debía ser la gente corriente la que juzgase el arte y a sus artistas, sin el velo y la censura que imponían los jueces dueños de las galerías y salas de exposiciones de la época.

Sin embargo, la sospecha de Duchamp fue cierta, y el urinario no apareció en la exposición. Alguien consideró que aquello no era arte y que no podía ser sino una broma sin importancia. Alguien que, seguramente, jamás imaginó que aquel retrete que dejó tirado en un armario cualquiera pudiera algún día llegar a convertirse en el resorte que haría saltar las concepciones de lo que hasta entonces se consideraba una obra de arte.

La pregunta que se impone ahora es ¿sucederá lo mismo con Dogecoin? Parece que estamos hablando de cosas tan diferentes que compararlas resulta casi absurdo, un simple juego para el entendimiento. Pero ¿de verdad es esto cierto? La realidad es que ahora mismo las criptomonedas, más allá de las tecnologías que permiten su existencia, son un fenómeno social y cultural, de carácter vanguardista e innovador, que trae consigo promesas de un mundo nuevo y descentralizado en el que la gente recupera un poder que ellos consideran que ahora está en manos de los jueces del sistema, que no permiten el desarrollo y la innovación, tan anclados como están a las viejas formas de hacer las cosas. En estos momentos, las criptomonedas son, al igual que el arte en aquella época, un movimiento principalmente cultural, en el que la gente juzga y se embarca en nuevas empresas con entusiasmo y creatividad.

Por lo tanto, estos dos movimientos sí son comparables, en tanto que la cultura está compuesta de grupos mucho más que de individuos, y los grupos actúan guiados por emociones, mucho más que por la razón que atribuimos al homo economicus. De esta forma, movimientos culturales pasados pueden verse repetidos, bajo condiciones y contextos similares, en el presente.

Y es que, en este caso, Dogecoin y La Fuente tienen en común un rasgo determinante: sus padrinos y protectores. El padrino de La Fuente fue Marcel Duchamp, que formaba parte del grupo que se encargó de auspiciar las primeras exposiciones de artistas cuyos nombres ahora son míticos: Van Gogh, Dalí, Kandinsky, entre muchos otros. Además, Duchamp ya había transgredido las normas en el pasado, como hizo con la creación de Desnudo bajando una escalera, que hasta los modernos cubistas rechazaron. Si cualquier otra persona hubiese presentado aquel urinario firmado y luego hubiese protestado porque no se exhibía, seguramente no estaría hablando de ello ahora. Pero cuando protestó Duchamp, todo el mundo se vio obligado a preguntarse ¿por qué no? es decir, ¿por qué hemos aceptado todo lo anterior y esto no?, ¿qué principios nos impiden aceptar esto como obra de arte, si se supone que no tenemos principios más allá de lo que diga la gente? y la idea pasó a la historia y las obras ready-made (arte realizado mediante la selección por parte del artista de objetos cotidianos que normalmente no se consideran artísticos) nos persiguen hasta nuestros días.

De la misma forma, Elon Musk ha sido el padrino del Dogecoin. Si cualquier otro hubiese apoyado esa broma en forma de crítica inteligente que pretendía demostrar la gran especulación que mantiene al alza el mercado de las criptomonedas, la empresa no habría durado mucho. Pero el apoyo de Elon Musk le dotó de la legitimidad que necesitaba para traspasar la barrera de la broma y empezar a ser considerada como algo serio, real y con futuro a largo plazo. Nadie sabe por qué lo hizo, y poco importa: cuando la emoción y el pensamiento de grupo dominan al individuo, lo demás no importa; la razón se convierte en sierva de las decisiones irracionales tomadas previamente por el instinto, y no hay más.

En ocasiones, esa fuerza puede llegar a prolongarse tanto en el tiempo que lo que al principio parecía un sinsentido se acaba convirtiendo en algo real y útil para la sociedad. Como en todo proyecto, es imperativo contar con el fanatismo de unos pocos al comienzo para conseguir sacar del fango a cualquier empresa o proyecto que se ponga en marcha. Sólo tras un esfuerzo inmenso e irracional, éste empieza a cobrar sentido para el resto del mundo.

Sobre este último punto, nadie puede saber cómo responderá la gente ni qué acontecimientos (o más bien, que caprichos de Elon Musk) marcarán el camino de esta extraña criptomoneda. Si alguna lección se puede obtener del mundo del arte, que cada vez depende más del impacto de las ideas creadoras que de la creación en sí, es que una buena idea en el momento correcto puede obligarnos a replantear nuestra preconcepción sobre lo razonable y lo irracional, sobre lo posible y lo imposible; que hasta hace un momento parecían imperecederas. Alguien dijo alguna vez que, en el fondo, lo único que nunca cambia es la existencia de cambio, y adaptarse y fluir en esa realidad es la única forma de seguir avanzando. Por eso creo que no está de más saber este tipo de cosas y ser capaz de apreciar las similitudes entre distintos fenómenos aparentemente distantes pero que comparten un rasgo común esencial que permite su comparación: la psicología interna de los grupos de seres humanos.

Daniel Alonso Viña

22 de julio de 2021