Por Daniel Alonso Viña
El fin de semana pasado tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia. En total, 18 regiones elegían candidatos, de las cuales 13 están en la llamada Francia metropolitana y 5 en ultramar. El resultado fue sorprendente para todos: unos porque no esperaban ganar y otros porque no esperaban perder tanto. Para los partidos tradicionales, la victoria ha sido como un soplo de aire fresco, un soplo de vida y esperanza de cara a las elecciones nacionales del próximo año; ahí fuera hay una Francia que todavía confía en ellos. Sin embargo, para los grandes partidos nacionales de Le Pen y Macron, la derrota es una llamada de atención: son partidos demasiado personalistas y sin propuestas locales definidas, su existencia a largo plazo en la política francesa pende de un hilo.
Dicho esto, hay un pequeño asunto que ha ensombrecido la extrapolación política de estas elecciones hasta casi invalidarlas por completo: los récords de abstención. El domingo 20 de junio, el 67% de los franceses que fueron convocados a votar decidieron no acudir a las urnas. Dos de cada tres franceses han ignorado la oportunidad que se les ha dado de realizar su tarea democrática y elegir a sus representantes.
Algunos se han tomado esto de forma personal. Jean-Paul Cuilhé, un ciudadano del departamento de Aube, al sur de Francia, no comprende a sus compatriotas: “Nuestros antepasados lucharon por el derecho al voto”, se lamenta frente al colegio de Nogent-sur-Seine. “Los franceses gritan mucho pero luego no votan”, asevera Cuilhé.
En el colegio electoral Saint-Bruno de Burdeos, Claudine Bichet estuvo todo el día detrás de las mesas de votación. Cada vez que venía un nuevo votante le preguntaba: “¿quiere ser escrutador esta noche?” Estaban faltos de personal y necesitaban más voluntarios para hacer el recuento de votos al final de la jornada.
En el colegio electoral número 817, en Lille, en los Altos de Francia, habla Pierre, un miembro de 25 años del partido MoDem decepcionado con la gente: “No hay voluntarios, no hay escrutadores, no hay ciudadanos que vengan a votar. No tenemos nada. Si no entendemos que hay un problema…»
Dependiendo de cómo se mire, el problema puede ser más o menos grave. Luc Bronner defiende en una editorial del periódico Le Monde que se puede mirar la abstención de un modo menos alarmista, si en vez de mirarlo desde el punto de los políticos, lo mirásemos desde el punto de vista de los votantes. No es que la gente no quiera democracia, sino que no sabe para qué vota ni a quién votar. “La crisis actual es una crisis de oferta (de los partidos y sus candidatos), mientras que el mundo político quiere verla como una crisis de demanda (de los votantes)”, escribe Bronner.
Lo cierto es que votar en las elecciones regionales se ha convertido en una obligación moral, más que en un derecho que se ejerza con pleno conocimiento de lo que se vota. La región es una figura administrativa cuyos poderes y objetivos son confusos para muchos ciudadanos, que dan más importancia a las elecciones locales (relevantes debido a la proximidad de los alcaldes) y a las elecciones nacionales (evidentemente relevantes). La región queda atrapada entre estas dos opciones, incomprendida y abstracta.
Además, votar porque “nuestros antepasados lucharon por el derecho a voto” puede parecer una razón de peso para acercarse a las urnas, pero no lo es. Esa visión de la democracia le echa toda la culpa al ciudadano, y ninguna al político, que se libra de la responsabilidad de comunicar eficazmente su programa y de crear una perspectiva esperanzadora e ilusionante. La mayoría de aquellos que votan porque hay que ser agradecidos acaban votando, sí, pero siempre a los mismos y sin saber exactamente por qué. Y esa, en mi opinión, tampoco es una forma muy responsable de ejercer el derecho a la democracia por el que algunos tanto lucharon en el pasado. La abstención es un fenómeno que tiende a ser analizado aludiendo a causas únicas y grandilocuentes, pero esto sólo trae pena y amargura, y nos aleja de la solución real, que necesariamente pasa que alguien asuma la responsabilidad en vez de increpar a ese abstracto llamado “sociedad”, al que los que increpan nunca parecen pertenecer.
Publicado en París a Juicio/LawyerPress
el 28 de junio de 2021