A mí tampoco me gustaría estar en su posición, pero es lo que hay. Las redes sociales no pueden seguir huyendo. Se han convertido en el lugar principal del que la gente obtiene las noticias, es decir, el lugar en el que adquieren la información que poco a poco va conformando su visión del mundo. Por tanto, deben hacerse responsables de la información que se publica en ellas, igual que lo hace un medio de comunicación tradicional.

Existen avances

Y el caso es que ya lo están haciendo, sólo que no lo dicen. En Twitter y Facebook tienen equipos que verifican las noticias falsas y otros que editan el apartado de noticias relevantes de su plataforma. El problema es que si efectivamente se anunciaran como empresas de comunicación y no sólo de tecnología, estarían sujetas a unas normas y regulaciones diferentes. Por eso caminan por esa línea tan fina. Sólo es cuestión de tiempo antes de que la línea desaparezca y estas empresas tengan que quitarse la máscara y asumir su verdadero rol en el presente.

Los medios de comunicación han cambiado

El proceso informativo es cada vez más largo. Al principio, eran los periódicos los que se encargaban de todo. Ellos recababan la información en los lugares donde estaban los hechos, ya fuera aquí, en Afganistán o Vietnam. Ellos conseguían las fotos y redactaban la noticia, que luego imprimían y distribuían en forma de periódico en las tiendas y quioscos.

Esto dejó de ser así, y ahora muchos periódicos tienen redactores que se quedan en casa y obtienen la información de agencias de noticias como AP (Associated Press) o Reuters. Estas agencias son las que se desplazan hasta Afganistán, sacan fotos y preguntan a los civiles en la zona de conflicto. Los periódicos parten de estas fuentes para redactar sus versiones de la noticia y venderlas en papel o en la página web.

Ahora hemos ido un poco más lejos en la disección del proceso. Las redes sociales son una barrera más que saltar en la carrera de obstáculos para transmitir la información. En Twitter vemos noticias que nos interesan de los distintos periódicos, muchas veces ni siquiera pinchamos en la noticia, no sabemos cuál es la fuente ni cuál es el periódico. Todo se ha vuelto una cuestión de fe, y en la fe todo es cuestión emociones. Hay tanta información, que lo más sencillo para el cerebro es retener aquellas que estén en consonancia con nuestra visión preconcebida del mundo, y rechazar como falsas aquellas que se alejan de ella.

Recapitulamos. La agencia de noticias en Afganistán saca fotos y pregunta a los civiles, esa información se vende a periódicos como El Confidencial que no tienen recursos para mandar gente hasta allí. Este periódico redacta la noticia y la sube a su página web. Finalmente, ponen un tuit en el que resumen la noticia y ponen el título impactante con la ilusión de que la gente reacción y se haga viral.

Es como el teléfono estropeado

Desde el lugar en el que se produce hasta que los ciudadanos acceden a ella, la información pasa por muchas manos, que la tocan y manosean a su gusto. Como en el juego del teléfono estropeado, cuantos más participantes se interponen entre la información y el informado, más distorsionado está el mensaje cuando llega a su destino.

Así se hace una noticia, y así se construyen poco a poco las miradas de unos ciudadanos que cada vez tienen visiones más dispares del mundo. Twitter y Facebook tienen que jugar su rol y, cómo leí el otro día en un tuit, si quieren luchar contra la desinformación, quizás deben empezar a contratar periodistas. Quizás.

Daniel Alonso Viña18.1.2021