Como dicen los ingleses: there is more to it than meets the eye.
(En este asunto hay más de lo que se ve a simple vista.)
Se acusa a Polonia y Hungría de politizar el acuerdo en un momento crucial para Europa. La ayuda es urgente y no podemos estar enfrascados en conflictos de interés nacionales que nada tienen que ver con el conjunto de Europa. Estamos en un momento de unidad y colaboración, y es vital avanzar rápido hacía la transformación de Europa. Sin embargo, esto sólo es parte de la historia.
La respuesta de Polonia y Hungría es más que razonable. En el acuerdo que han estado a punto de firmar se incluían cláusulas que les perjudicaban gravemente. En especial, a los partidos de los líderes nacionales de cara a la relección. De ahí que se negaran a firmar cuando tuvieron la oportunidad.
Firmar sin presentar batalla significaba para ellos aceptar un castigo que no creían legítimo. Estarían aceptando ser castigados por unas políticas y leyes impulsadas por ellos mismos.
Pero el intento de Europa también es comprensible.
El único poder de coerción real que tiene esta institución es el dinero. Esta era la oportunidad perfecta para intervenir en la política nacional de Hungría y Polonia. El Fondo de Recuperación contiene una ayuda significativa para estos países. Ellos necesitaban el dinero y por eso Europa no esparaba que se negaran a firmar.
Cuando hablo de “Europa”, en mi cabeza pienso en sus tres actores principales, al menos de cara al público. Por un lado, Merkel, con Alemania ahora a la cabeza de la Unión. Por otro, Ursula Von der Leyen, presidente de la comisión, una mujer resiliente que ha conseguido introducirse con relativa rapidez en los círculos de mando y toma de decisiones. Y como piedra de toque y punto de apoyo, el trío de oro lo completa el presidente Macron. Entre los tres trazan la dirección de Europa y lidian con las discrepancias puntuales.
En este caso, Merkel y su equipo parecen haber sido clave para resolver el conflicto. Han mantenido la condición de cumplimiento del Estado de derecho y han conseguido que los dos países firmen el acuerdo. La fórmula sigue sin estar muy clara. Los medios utilizan un lenguaje cifrado porque ellos mismos tampoco saben lo que está pasando, pero necesitan publicar la noticia y subirse al carro de la exclusiva.
Aun así, hay algunas excepciones.
El artículo de El País lo dice mejor que yo: “La concesión más significativa de los socios europeos es el compromiso de que las medidas punitivas del reglamento no se apliquen hasta que el Tribunal de Justicia de la UE se pronuncie. Ese recurso judicial lo presentarán, con casi toda seguridad, Budapest y Varsovia. Esta propuesta permite a Hungría y Polonia ganar tiempo.”
Según la revista inglesa Politico, Hungría se muestra conforme con esta modificación porque las resoluciones del Tribunal de Justicia tardan entre uno y dos años. Este es tiempo suficiente para que Viktor Orban se asegure la reelección en antes de que Europa le meta en problemas. Es decir, pura política. Orban recibe el dinero de la UE para reconstruir su economía mañana mismo, pero no se le castiga por sus retrocesos democráticos hasta dentro de unos años.
Así opera Alemania. Y nos guste o no, funciona.
Merkel se está poniendo muchas medallas durante esta pandemia. Va camino de convertirse en una de las políticas más relevantes para la historia de Alemania y de Europa. En mi opinión, empieza a representar el paradigma de la política útil. Es capaz de comunicarse de forma efectiva y clara con la población, al tiempo que gobierna y utiliza los instrumentos que tiene en su poder para transformar la realidad y dar forma a su país y a la Unión Europea. Su mandato es un acontecimiento de esos que sólo suceden una vez cada mucho tiempo.
En el siguiente artículo analizaremos la capacidad de España para utilizar ese dinero con cabeza. Tenemos disponibles 140.000 millones de euros, ahora sólo tenemos que dárselos a las personas correctas. Algo que, por cierto, nunca se nos ha dado demasiado bien.
Daniel Alonso Viña
11.12.2020