(El presidente francés, Emmanuel Macron, y el jefe del Estado Mayor, el general François Lecointre, en el desfile del 14 de julio de 2020. Pool / Reuters)
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Hace un mes, 20 militares retirados firmaron un texto titulado “Por la supervivencia de nuestro país”, en el que exhortaban al presidente francés a actuar contra los “varios peligros mortales” que amenazan a Francia. Los ex militares decían sentirse incapaces de “permanecer indiferentes a la suerte de nuestro hermoso país”. Entre los peligros de los que alertan al presidente, se encuentran “la guerra racial” provocada por “estos odiosos y fanáticos” que hablan de “racialismo, indigenismo y teorías decoloniales”. Pese a su intento de mostrarse como ciudadanos normales y amantes de Francia, lo cierto es que la idea de la guerra entre el progresismo, que intenta adaptar el país a sus múltiples culturas, y la vieja guardia conservadora, sólo se puede encontrar entre los idearios de la extrema derecha.
Otro de los peligros ante el que se muestran preocupados es la “desintegración que, con el islamismo y las hordas suburbanas, está llevando al desprendimiento de muchas partes de la nación”. “Los peligros aumentan, la violencia crece día a día”, continúa el manifiesto, “por ello, quienes dirigen nuestro país deben encontrar imperativamente el valor necesario para erradicar estos peligros”. Y finaliza en tono aún más trágico: “Vemos que ya no es tiempo de postergarla (la lucha frontal contra estos peligros), de lo contrario mañana la guerra civil pondrá fin a este creciente caos, y los muertos, de los que serás responsable (refiriéndose al presidente Macron), se contarán por miles.”
La indignación política tanto por el artículo como por su uso electoralista por parte de Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, que invitó a los firmantes a unirse a sus filas, fue creciendo en los días posteriores a su publicación, hasta recibir la condena “firme” del primer ministro, Jean Castex. Esto fue tras un silencio inicial del gobierno, muy criticado por la izquierda. Los militares retirados fueron vilipendiados por el conjunto de la sociedad, y el presidente francés habló de “represalias” contra los firmantes.
Tras unos días en los que esta historia fue protagonista en los medios de comunicación nacionales e internacionales, el mensaje pareció perderse en las profundidades de la psique colectiva, sin demasiadas implicaciones para Francia ni para el gobierno. Sin embargo, la paz no duró mucho.
Hace una semana, un mes después de la publicación del texto inicial, se publicaba otro con el mismo tono, esta vez firmado de forma anónima, por militares jóvenes en activo, en los que se procedía a la defensa del texto inicial. “Nuestros mayores son luchadores que se han ganado nuestro respeto”, dice el texto, “a los que ustedes han mancillado mientras el pueblo de Francia los apoyaba”. “Amamos a nuestro país, esta es nuestra única reivindicación”. Luego pasan a declararse falsamente “apolíticos” en su valoración de la situación. “Estamos haciendo una declaración profesional”, llegan a decir.
Tras una primera parte del texto ensombrecida por las falsedades y la escasa y escueta comprensión de la realidad francesa, dedican la segunda parte del mismo a hablar de la supuesta “guerra”. “Este caos y esta violencia no vendrán de un pronunciamiento militar, sino de una insurrección civil”. “Nadie puede desear una situación tan terrible”, dice un poco más adelante. Sin embargo, digo yo, ellos son los únicos que están hablando de esto. “Se trata de la supervivencia de nuestro país, su país”, termina.
La reacción a este segundo texto no se dejó esperar. El ex jefe de Estado François Hollande duda de su veracidad: «¿Cómo podemos dejar que la gente piense que el ejército de hoy está animado por esos sentimientos?», se preguntó el ex presidente de la República en France Inter. Después añadió que “ni siquiera hay que dar crédito a lo que hace Valeurs Actuelles, en la medida en que cuando no hay firmas, no hay texto”. En la misma línea, Gérald Darmanin, ministro del Interior reflexionó en BFM-TV: «¿Es eso valor, ser anónimo?». Bruno Le Maire, por su parte, se mostró algo más conciliador en su entrevista con France Info: «Nuestros jóvenes de 20-22 años (…) arriesgan su vida; están callados, no dicen nada, tienen armas en sus manos y van a luchar contra los islamistas. Es a este ejército al que quiero y respeto, y ciertamente no a estos pocos soldados que han considerado oportuno, bajo la cobertura del anonimato, hacer suya la retórica de la extrema derecha», añadió.
«Es evidentemente un texto político», observó para Le HuffPost Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Radicalidades Políticas de la Fundación Jean Jaurès, para quien la referencia a la «guerra civil» sigue la estela de las «profecías de fatalidad lanzadas por Jean Raspail y Renaud Camus», dos influyentes escritores de extrema derecha.
Frente a todo este revuelo, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, François Lecointre, aboga por calmar los ánimos mientras quita importancia a este manifiesto, que al fin y al cabo firmaron 18 militares en activo (de un total de 210.000). “El fantasma de un putsch (golpe de Estado) me parece fuera de lugar. No hay la menor tentación de ese tipo”, aseveró.
Por lo visto, aunque el susto ha sido de muerte, ha sido una falsa alarma. En el fondo, a nadie le extraña que parte del ejército pertenezca a la derecha radical. Ciertamente, están en su derecho. Lo que no se entiende con tanta facilidad es que se den importancia por el simple hecho de ser militares, como si de forma automática eso confiriese al ciudadano inteligencia o saber político y social. Sobre todo a esos autodenominados “jóvenes militares”. Además, no se entiende porque la opinión de una persona cualquiera, sólo por ser militar, debe tener mayor relevancia y ser merecedora de más respeto que la de cualquier otro ciudadano normal.
En nuestro tiempo, el militar ha dejado de ser lo que era. Pasada la época de las guerras y los conflictos armados, y en medio de una evolución tecnológica que recluye a los ejércitos en cuartos llenos de ordenadores en una especie de “guerra a distancia”, el ejército ha quedado reducido a una institución pública como el resto. Su labor es importante y hay mucha gente valiosa entre sus filas, pero estos mensajes en los que la autoridad intelectual parece obtenerse por el simple hecho de ser militar están, simplemente, pasados de moda.
Me pregunto qué pasaría si la siguiente tribuna que comentase aquí fuese de unos militares anónimos que han publicado una tribuna en la que defienden una Francia multicultural y dinámica, ecologista y moderna. Pero todos sabemos que eso no va a pasar, porque los militares con esas ideas (que los hay) no se sienten con el mismo derecho a levantar la voz que los ultraderechistas que se llenan la boca con la guerra y el amor a su versión de la patria. Me pregunto, de nuevo, porqué será.
Daniel Alonso Viña
Publicado el 17 de mayo de 2021 en LawyerPress