(Fotografía de Ashley Gilbertson for the NYT)
Esta es la segunda parte del artículo anterior, en el que hago un esbozo el movimiento más amplio que supone lo que Hannah Arendt llama “mentes solitarias”. Supongo que la realidad es algo más compleja que los cuentos de hadas que me empeño en contar aquí, pero lo cierto es que creo firmemente en lo que digo, aunque parezca que no me tomo en serio ni mis propias palabras. La realidad es que detrás del movimiento que invadió el capitolio, hay algo más grande de lo que un análisis demasiado focalizado permite elucidar. El asalto está encuadrado en un moméntum en el que las “mentes solitarias” en Estados Unidos proliferan y se esparcen por el territorio, conquistando con sus teorías sobre el orden del mundo a la mente de demasiada gente.
El americano siempre ha tenido en gran estima su concepto de libertad, hasta el punto de volverse, en el presente, un concepto cuasi-religioso que se utiliza con eficacia para la política de la derecha. En realidad, la libertad de hoy difiere mucho de la libertad como la entendían las mentes fundadoras del país. En el pasado, la libertad individual era una libertad real, en el espacio y en la mente, una libertad cuya sola pronunciación acarreaba la idea de responsabilidad, sin necesidad de que ésta fuera mencionada. Es decir, que en el pasado se entendía que con aquella exigencia de libertad también iba atada la idea de responsabilidad individual. Soy consciente del coste de la libertad, es decir, de la responsabilidad que conlleva, pero estoy dispuesto a asumirla con tal de ser radicalmente libre.
En el presente, estas dos ideas se han desmantelado y viven en universos separados. Es más, la idea de libertad ha cambiado en sí misma. Si me lo permitís, la libertad en Estados Unidos tal y como se entiende ahora, es más bien una libertad capitalista, una libertad del consumidor, libertad para consumir, mucho más que libertad de pensamiento, libertad en el espacio y libertad física, del cuerpo. La libertad actual es una versión politizada y sintetizada y, si me permitís, cobarde, de la comprensión ontológica de la libertad.
Esa libertad irresponsable es la que ha traído consigo la soledad, la pura y llana soledad del individuo que vive reclamando la libertad al Estado porque el Estado es el padre y la madre al que todos sus hijos pueden culpar y eludir así toda acción temerosa. El miedo y el ocio les ha despojado de toda su capacidad de acción, y les ha dejado encerrados en casa viendo la televisión y buscando explicaciones irracionales a su existencia.
Los libertarios de hoy en día, los que se quejan y protestan con todo su corazón porque el Estado no les deja entrar en el área 55 o porque no se destapa una supuesta red de pedofilia internacional; esos individuos no saben lo que quieren, no saben lo que es la libertad y lo único que saben es que quieren seguir teniendo un arma. Es el reduccionismo al que se ha sometido su concepto de libertad. El arma representa para ellos la libertad que no comprenden, y gracias a las películas de vaqueros la han acabado asociando con una pistola. Se han perdido en el ejercicio de su americanidad. Con esto quiero decir que este individuo no conoce otra cosa más que el sensacionalismo y los centros comerciales. En el ejercicio de su labor como ciudadanos estadounidenses, se han dedicado sin descanso a ser consumidores empedernidos, y se han olvidado de que el ser humano es mucho más que eso. Están perdidos porque nadie les ha indicado el camino hacia sí mismos en ningún momento de su vida. En consecuencia, han crecido y se han quedado solos, mirando al mundo a través de unos prismáticos estropeados, preguntando a la pantalla de la televisión de plasma o del ordenador por el significado de la vida y el valor de la propia existencia.
Todos estos, que pensábamos que eran unos pocos, resultan que son muchos, y todos admiran a Trump porque representa con sorna y teatralidad sus más viles deseos, es decir, sus ganas de acabar con esa gente que se cree más lista que ellos, que se esfuerza por hacer bien las cosas, que tiene metas, que consigue sus objetivos, está gente está contra todos ellos, porque son amigos del sistema, porque tienen envidia, porque el sistema les acepta y a ellos nunca les ha aceptado, y no saben por qué. Esos fanáticos reconvertidos al trumpismo son el auténtico problema de Estados Unidos para los próximos años.
No sé cómo se desarrollará este fenómeno, pero creo que cada uno puede hacer su labor para evitar que esto también nos pase a nosotros. Lo mínimo que podemos hacer es estar atentos, reflexionar sobre lo que pensamos nosotros que es la libertad, la felicidad, y todas esas cosas cuyas definiciones tomamos como dadas pero que nunca sabemos definir. Más a menuda de lo que pensamos, esas definiciones inconscientes están creadas a partir de la imagen que la sociedad que nos rodea nos ha dado a través de los anuncios y la televisión basura. A ver si vamos a terminar saliendo al campo con botas y cuatro por cuatro a hacer experimentos con espejos para comprobar que la tierra es plana.
Las grandes mentiras sólo triunfan en las mentes solitarias, por lo que es nuestra labor intentar no descender por ese camino de la soledad y sin los recursos o la compañía de los libros o los amigos. Hagamos amigos, o leamos libros, y yo creo que todo irá bien. Discutamos entre nosotros sobre cosas importantes y complicadas, y más o menos iremos tirando hacia delante. Hagamos preguntas difíciles, tengamos conversaciones incómodas y todo eso que queremos hacer pero que no nos atrevemos. Y ya lo dejo mejor, que me estoy abrumando con tanto idealismo barato.
Daniel Alonso Viña
10.2.21