Cada mes, se tiran a la basura 129.000 millones de mascarillas, y 705 millones de todas esas vienen de España. La mayoría acaban en un vertedero o en el mar. Las plantas de reciclaje no están equipadas con la tecnología necesaria para tratar este tipo de productos.

Antes de que llegará esta nueva explosión de plástico, ya existían graves problemas con el vertido de plásticos al mar. Ahora estos problemas se han vuelto evidentes, así como también se ha vuelto evidente nuestra irresponsabilidad.

En Hong Kong, un hombre se acerca con su barco a una pequeña isla deshabitada. Coge un palo y comienza a recoger un nuevo tipo de residuo que cada vez frecuenta más las playas, las mascarillas. El resultado es la imagen que vemos arriba en la foto. Refleja un problema que la ONU ya ha calificado como “crisis planetaria”.

Llevamos nueve meses utilizando mascarillas de forma indiscriminada, y la Tierra lo empieza a notar. Nueve meses de pandemia, y todavía llevamos mascarillas de usar y tirar, pese a todas las alternativas seguras y fiables que han aparecido desde entonces. El plástico no desaparece por arte de magia, y menos el de las mascarillas. Su reciclaje es casi imposible, ya que la composición de una mascarilla es demasiado compleja. Varios tipos de plásticos intervienen en su fabricación, por no hablar de la pieza de metal para ajustar a la nariz y la cuerda que rodea las orejas o la cabeza. Todos estos elementos hacen imposible que una planta de reciclaje pueda encargarse de ellas. Sin embargo, a nadie parece importarle.

Ha llegado el momento de enfrentar el problema. Hace tiempo se hablaba de cómo la pandemia daría un gran impulso a la causa climática. Hasta ahora, ha sucedido todo lo contrario. Todo esfuerzo incómodo que se nos pida es rechazado siempre con la misma excusa, no tengo tiempo para esas tonterías. Cuando nos demos cuenta de que no lo son, será demasiado tarde. Los jóvenes viviremos de primera mano las consecuencias de nuestra inacción. Pero entonces será demasiado tarde. Miraremos atrás con nostalgia y veremos un mundo que funcionaba, pero cuyos engranajes forzamos hasta hacerlo estallar.

Todavía hay tiempo, pero como es habitual, faltan ganas. Cuando lleguen las ganas, se nos habrá pasado el tiempo de actuar. Prevenir mejor que curar, dice aquel maldito refrán. Parece que sólo existe para recordarnos que en realidad la mayoría del tiempo sucede lo contrario.

Daniel Alonso Viña
20.11.2020