La inflación es un fenómeno aburrido, pero sus cambios traen consecuencias abismales para la economía. Por eso, desde hace tiempo, los Bancos Centrales más importantes del mundo (Banco Central Europeo y la Reserva Federal de EEUU) han fijado como su único objetivo mantener la inflación en el 2%.

La inflación es una cosa sencilla y compleja al mismo tiempo. Sencilla, porque su definición es fácil, ya que no es más que la subida general de los precios de una cesta de productos cotidianos en un periodo concreto. Los productos de esa cesta de bienes tienen el objetivo de reflejar la cesta de la compra de un individuo normal, por eso, incluyen en su mayoría productos alimenticios, alcohol, tabaco, ropa y vivienda, entre los más relevantes.  Si de media estos productos aumentan su precio, eso quiere decir que en el país hay inflación. Si descienden los precios, entonces tenemos deflación.

El objetivo de inflación se fijó en el 2% porque, según expertos economistas, el número tiene una forma y una sonoridad al pronunciarlo que recuerda al silbido que los primeros hombres hacían cuando querían intercambiar algo entre ellos. No, en realidad hay varias razones importantes que hacen que el porcentaje no sea nada aleatorio, y vamos a estudiarlas por descarte. El 0% de inflación sería difícil de conseguir y confuso de medir, además de que está demasiado cerca de la deflación (por debajo de 0%). El 1% no da margen para errores entre los distintos países y zonas regionales dentro de una misma unión monetaria, y tendríamos el mismo riesgo de deflación. Sin embargo, el 2% (en China tienen el 3%) está bien porque permite a los agentes económicos, empresas y demás, prepararse para la futura subida de precios y actuar de forma rítmica y armoniosa.

Además, con la inflación, la deuda del país en manos extranjeras cada vez vale menos, por lo que de alguna forma la deuda desaparece poco a poco cuando hay inflación sostenida. El Banco Central nunca será capaz de erradicar las crisis o las depresiones económicas, pero sí está en su mano suavizar las curvas, para que la sociedad pueda superar estos baches con la mayor calma social posible. Todo esto, me temo, nos aleja del tema principal.

La pregunta en el centro del debate es ¿Cómo influyen los bancos centrales sobre la inflación? La respuesta era evidente hasta hace unos años: imprimiendo dinero y bajando los tipos de interés. De esta forma debería reactivarse la economía, ya que los bancos dan más créditos, la gente consume e invierte más, y suben los precios. Sin embargo, en Europa, con los tipos de interés en valores negativos y la impresión de dinero por los aires, la inflación sigue siendo cercana a 0 o negativa en algunos trimestres. Y aquí está el gran problema de la economía en los últimos años. ¿Por qué narices no aumenta la inflación?

Sin duda, hay una miríada (cantidad muy grande, imposible de calcular o de limitar, de la cosa que se expresa, según google) de explicaciones, y cada economista prefiere las suyas. Yo, lejos de intentar reunirlas todas aquí en este pequeño y humilde texto, y con ganas ya de que vaya terminando, prefiero exponer las que más me gustan que son sencillas y me han dado mucho que pensar.

Una razón muy famosa es que los bancos que reciben esos miles de millones de euros los están guardando como reservas por si hay problemas, en vez de introducirlos en la economía en forma de créditos a la gente corriente, para que gaste, invierta, monte negocios y reactive la economía.

Según un amigo economista, la inflación son todo expectativas. Es decir, que no está sujeto forzosamente a ninguna métrica, sino a las expectativas que los agentes económicos tengan sobre el siguiente periodo. Con el crecimiento en Europa estancado y las pocas perspectivas de que despegue en el futuro, no hay nadie que levante a este elefante vago de la cama. Nadie se atreve a subir los precios.

Internet está cambiando la forma que tenemos de interactuar con el mundo y, mucho más, con el mercado, que se ha vuelto muy competitivo en todos los sectores. Además, internet permite el acceso a proveedores de todo el mundo, por lo que subir los precios en la economía mundial hiper-conectada y accesible actual implica arriesgarse a perder dinero si suben un poco los precios. La economía mundial hace que, si un producto se encarece porque el empleo o los proveedores son más caros, pueda escoger otro de un continente diferente que lo hace más barato. Las naranjas vienen de marruecos y los pantalones de Tailandia: lo que haga Europa con su dinero, poco efecto puede tener en el precio de las naranjas o los pantalones. Los productos de la cesta que antes permitía medir la inflación vienen de lugares tan dispares que el BCE no tiene poder para subir los precios, porque está, digamos, fuera de su rango de alcance.

La gente tiene otro tipo de ocio, no gasta tanto como antes, sobre todo durante este año de pandemia. Si recibes dinero del Estado, no vas a comprar más comida, sino que lo ahorras, pagas deudas previas, lo inviertes en la bolsa o te compras nuevos juegos para la PlayStation, y ya de paso, el Disney Plus para los niños. La baja productividad en algunos países importantes de la zona euro tampoco ayuda.

Esas son algunas de las razones que se plantean para explicar la baja inflación europea. Lo cierto es que los mecanismos de transmisión entre la masa monetaria y los precios de los productos se han roto. No hay mucha gente ahí fuera que sepa explicar lo que está pasando de forma completa y conjunta. Eso que los economistas llevan estudiando como una fórmula fija durante años no funciona, no sirve para explicar la situación actual. ¿Qué pasa? Que en vez de volver la cabeza y fijarse en la realidad, en la forma de actuar de la gente, en sus hábitos, y tratar de comprender profundamente los mecanismos de transmisión nuevos, se atrincheran en sus despachos y dicen cada mes que la inflación está a punto de subir, repiten sus teorías y siguen dando clase en la universidad, enseñando conocimientos obsoletos a sus alumnos, que salen con un grado y no entienden la economía hasta que no se ponen por ellos mismos a estudiar.

Muchas veces, la mejor forma de parecer inteligente es asumir tus propios errores y hacer preguntas, en vez de repetir como un robot unos sistemas que ya no funcionan para explicar la realidad que nos rodea.

Como dije al principio, la inflación es sencilla y compleja al mismo tiempo, como un iceberg. Gracias a la parte visible por encima del agua puedes determinar que, en efecto, es un iceberg, pero su forma y su envergadura, la dirección en la que se mueve, su origen, todo eso es un misterio inmerso en las profundidades del océano. Solo los geólogos y buceadores especializados son capaces de sumergirse y comprender un poco más, aunque nunca del todo, su funcionamiento.

Eso y un bizcocho, y hasta mañana a las ocho.

Daniel Alonso Viña
24.2.21