Se ha puesto en marcha el Fondo de Recuperación y Resiliencia, y la Unión Europea se ha dado una gran palmada en la espalda. Se trata de un instrumento de inversión destinado a transformar la economía europea y prepararla para un futuro tecnológico y ecológico de grandes cambios.
Para ello se va a poner a disposición de los países un total de 1,8 billones de euros, que serán obtenidos a través de la emisión de deuda en los mercados financieros internacionales. Nunca se había hecho algo así a nivel europeo, pero las necesidades del momento han conseguido sacar adelante un proyecto que hace un año hubiera parecido imposible.
Dentro de esta amalgama, la propuesta más relevante es la llamada Next Generation EU. Ha sido dotada con 750.000 millones de euros, de los cuales 140.000 millones serán para España. De lo que nos toca, 72.700 millones lo recibiremos en forma de transferencias directas (sin necesidad de devolución) y el resto en forma de créditos.
Estos son los datos. Es casi imposible concebir la cantidad que representan esas cifras. Creo que nadie puede realmente ser consciente de la cuantía de esos números. Se ponen ceros y ceros como si nada.
Vamos a ver la letra pequeña.
Para que se apruebe esta transferencia de fondos, los países deben sacar adelante planes de reforma e inversión que satisfagan a la Comisión Europea. Este organismo evaluará la adecuación de estos planes con objetivos como reforzar el crecimiento económico y la creación de empleo, así como la transición ecológica y digital.
Tras la aprobación, se llevará a cabo un seguimiento del dinero para comprobar que se utiliza de forma eficiente en cada fase del proyecto. Todos los países, en un análisis puramente técnico, deberán aprobar el uso para que este siga llegando. Esto da poder de veto a países como Holanda, que desde un principiose mostraron reticentes a la creación de este mecanismo de desarrollo.
Para terminar, la UE tendrá, por primera vez en la historia, deuda propia. Esto significa que debe conseguir dinero por sus propios medios para pagarla en el medio y largo plazo. Esto ha impulsado la creación de una serie de impuestos a nivel europeo, como el impuesto a los plásticos no reciclados, una tasa digital y un sistema de ajuste por emisiones de carbono en la frontera.
En algún punto entre toda esta montaña de papeles, está incluida una condición problemática. Los países deben aprobar un examen de salud democrática para poder recibir los fondos. Esto ha molestado a los polacos y húngaros, y sobre todo a sus líderes. Saben de sobra que, si aprueban los fondos con esa condicionalidad, serán castigados por sus prácticas antidemocráticas de forma automática. Como es evidente, no van a humillarse y dispararse en su propio piesi pueden evitarlo. Y según parece, han conseguido evitarlo por fin.
Estas son las líneas, muy generales, del acuerdo que se quiere aprobar. En los próximos artículos, veremos las soluciones al problema con Hungría y Polonia, y como se pondrá en marcha este documento lleno de papel y palabrería. La intención es buena, pero muchos dudan de que los sueños de los tecnócratas europeos se puedan cumplir con la simple transferencia de fondos. Hay cosas queno se pueden comprar con dinero. Es una frase mil veces escuchada, pero que no podría ser más acertada en esta ocasión.
Daniel Alonso Viña
10.12.2020