En vez de llevaros a través de un túnel oscuro hacia la conclusión, prefiero dejar las cosas claras desde el principio.

Si utilizamos el pasado para predecir el futuro, España no utilizará bien los fondos europeos. Si mantenemos la hipótesis de que la administración del Estado no cambiará radicalmente en unos meses, entonces los fondos europeos destinados a transformar el tejido empresarial español no van a servir para nada.

Bien.

Ahora es cuando me explico.

Mires donde mires, saltan las alarmas.

Los actores económicos involucrados en la distribución de los fondos viven en realidades antagónicas.

Los empresarios no conocen los mecanismos para recibir las ayudas. En una encuesta realizada por PwC, sólo el 9,6% de los encuestados asegura que el sector privado es consciente de la existencia de este vehículo financiero y de los procedimientos para acceder a él. Las empresas han pedido cogestionar el reparto del dinero europeo, como forma de hacer partícipe al sector privado de este proyecto, en el que debe ser el protagonista.

La administración es incapaz de adaptarse a las formas de trabajar europeas. Han salido los datos sobre el gasto realizado del dinero europeo en el periodo 2014-2020. España es el país que peor gestiona el dinero de toda Europa. Sólo gastamos un 35% de lo que recibimos para planes y proyectos de desarrollo a todos los niveles. Este año, planeamos el gasto de 56 mil millones de euros y hemos gastado 19 mil millones, sin olvidar que somos uno de los países que más lo necesita de Europa.

Esa misma administración debe lidiar ahora con los 140 mil millones del nuevo fondo. Si nada cambian, estamos abocados al fracaso.

El discurso de Pedro Sánchez se ha puesto al nivel de Europa, pero el de los presidentes autonómicos sigue siendo profundamente atrasado, y esto no puede seguir así. El control del gasto de estos fondos está repartido entre las comunidades autónomas y el Estado, haciendo necesaria una coordinación en términos de objetivos y manera de pensar. Las comunidades autónomas deben subirse al barco de la innovación tecnológica y la economía verde.

Sin embargo, esto está lejos de la realidad. Aquí no tengo datos, sino palabras, las palabras de los líderes autonómicos en su reunión conjunta con el presidente, en la que se habló de los fondos europeos y de cómo iban a ser utilizados. El presidente autonómico andaluz ha pedido un anticipo del dinero europeo para aliviar tensiones de tesorería, en una administración exhausta tras el covid. Cuando se les pregunta sobre el lugar donde van a invertir estos fondos, todos contestan que en educación, sanidad y subsidios de desempleo y protección para personas de riesgo. Este es el reflejo de que los presidentes autonómicos no están en la misma página que el resto de Europa.

Es tarea de Pedro Sánchez convencer a la administración del reto que hay por delante, y de la enorme oportunidad que existe si consiguen tener éxito en el posicionamiento estratégico de estos fondos. De momento, el discurso autonómico en España revela que no se están enterando de nada. Que los fondos van a llegar y no se van a destinar a la innovación y la economía verde. Europa se va a enfadar y va a denegar la llegada de más fondos.

La centralización administrativa de estos fondos sería deseable, ya que permitiría coordinar la realización de proyectos nacionales de mayor envergadura, con mayor volumen de gasto y mejor localización de oportunidades, pero esa está lejos de ser una posibilidad real. Sánchez ya ha realizado declaraciones hablando de un reparto en consideración y coordinación con las autonomías, lo que sólo va a hacer el proceso más difícil y oscuro, con tendencia al favoritismo político y a la dispersión del dinero en proyectos pequeños que llevan una gran carga administrativa, cuando lo mejor sería lo contrario.

Según Garicano, necesitamos proyectos “grandes y buenos”. “Hemos tenido siempre una situación muy descentralizada en relación a estos fondos, que ha llevado a una parálisis porque hay autonomías que no tienen capacidad de gasto”, ha dicho.

Se ha hablado de la creación de organismos nacionales especiales para administrar estos fondos de forma coherente. Esto no son más que palabras que se dicen ante la preocupación aquí reflejada. Nadie sabe cómo convertirlas en realidad. Además, la creación de un organismo central que administre el dinero en comunión con empresarios, autonomías y planes claros de actuación requeriría de un músculo político que ahora mismo no existe en España.

En relación con esto, la polarización política se subraya como uno de los problemas más graves. En un contexto así, se dejan de lado los argumentos técnicos y se persiguen pequeñas victorias políticas igual que los buitres buscan premios entre la carroña. Es normal que los partidos políticos estén en desacuerdo, sino no existirían. Lo que caracteriza un ambiente polarizado es la incapacidad de llegar a cualquier tipo de acuerdo nacional por culpa de la estrechez de miras de los políticos. Creen que sus votantes sólo seguirán siendo fieles si ellos luchan cada batalla, aunque sea en el perjuicio del futuro de España. En el entorno político actual, todo sirve para apuntarse una victoria. Crear un plan nacional para renovar la administración española y el tejido productivo suena más como un sueño para pedir a los reyes magos, que como una posibilidad de nuestro gobierno.

Como pueden ver, no existe ni un sólo punto que indique que esto vaya a salir bien. Todos los actores o agentes que deben colaborar para que el dinero sea una herramienta útil están atrofiados o no existen.

Nuestros líderes autonómicos no saben inglés, por lo que tampoco pueden estar enterándose mejor que nosotros de lo que pasa en Bruselas. Nuestro Estado tampoco sabe inglés, por lo que no tienen formas de investigar como lo hacen otros países como Austria o Finlandia, que utilizan mucho mejor los fondos, aunque no los necesitan tanto. Además, somos demasiado orgullosos como para andar preguntando al resto de compañeros europeos. Somos demasiado arrogantes como para aprender inglés y somos demasiado ignorantes como para dejarnos enseñar por gente que sabe hacer las cosas bien.

Si os estáis preguntando, tras está deprimente diatriba, si queda alguna esperanza, yo creo que sí. Pedro Sánchez todavía puede resucitar de su tumba e insuflar un poco de vida al Estado, que al fin y al cabo es la empresa a su cargo. Es una tarea mastodóntica, pero creo que se puede hacer. En el fondo, los españoles estamos hambrientos y necesitamos un cambio. Sólo necesitamos un líder que tenga las cosas claras y crea en el proyecto europeo tanto como el resto de líderes. Un líder que no agache la cabeza al llegar a España para hablar con todos y acordar con todo el mundo lo que a todo el mundo le parezca bien.

En España hay hambre de un futuro menos patético. El dinero a solas no puede conseguirlo. Si no hay comida que comprar, moriremos de hambre tarde o pronto, da igual el dinero que tengamos disponible. Vestirnos con oro y diamantes sólo nos permitirá disimular nuestra flaqueza, pero el hambre acabará matándonos. Alguien tiene que llegar y perfilar para España un futuro en el que se pueda creer. Llevamos a rastras el pasado porque no tenemos un futuro al que agarrarnos. No sé si ha llegado el momento de que eso cambie, pero yo no he perdido la esperanza.

En el siguiente capítulo trataré de abordar la cuestión esencial, sobre el modelo de innovación estatal que se está intentando implantar desde Europa. Como he dicho antes, el dinero no compra la felicidad, ni tampoco la innovación. Para eso hace falta creatividad, y alguna otra cosa más que no tenemos.

Daniel Alonso Viña
15.12.2020